sábado, 31 de marzo de 2012

#39. Ver la Luna llena.


Hoy toca una de las obvias. Resulta ser que podemos ver la Luna desde la ventana de nuestra casa. De acuerdo, siempre ha estado ahí. ¿Y? Pues nada más ni nada menos que tenemos el privilegio de poder observar un satélite a simple vista, un masivo cuerpo estelar “flotando” ante nuestros ojos. A mis 27 años me sigue pareciendo una de las cosas más alucinantes que existen.

Cuando luce en todo su esplender, en Luna llena, el espectáculo se multiplica. “Sólo es la luz del Sol reflejada”. ¿¿SÓLO?? Es decir, vivimos en un planeta del Sistema Solar, con su vasta extensión, que justamente está colocado a una distancia exacta del Sol que hace perfecta nuestra existencia, que además provoca que su inmensa luz se refleje en plena ciega noche en nuestro satélite que éste a su vez nos devuelve su luz como si de un titánico espejo se tratara y, aún con todo, no nos asombra poder ser espectadores de tal carambola, casi cada noche. La humanidad ha perdido su capacidad para ver la belleza de las cosas.

Quizás me influya el recuerdo de mi padre, enseñándome su belleza a través de un telescopio, admito que desde ese día, hace ya más de 15 años, no he podido ignorarla nunca más.

Espero que esta noche la miréis desde otro prisma, está en creciente, podréis observar la sombra redonda y perfecta que no cubre la cara que siempre vemos de la Luna. Porque para acabar, ¿por qué siempre vemos sólo una cara de la Luna?...

Pequeña felicidad Número 39.

"La verdad es como la Luna, aunque algunos se empeñen en poseerla, siempre
estará por encima de ellos y a la vista de todos."

viernes, 30 de marzo de 2012

#38. Cuando algo se te cae y ves que no le ha pasado nada.


Pocas cosas producen tantos escalofríos como cuando algo frágil y de valor se nos cae de las manos al suelo. El simple pensamiento de verlo hecho pedazos provoca un cerrar de ojos más rápido que la palabrota que lo sigue.

Dios sabe que odio los teléfonos móviles, y ahora más que nunca en pleno apogeo de facebook, pero hoy mi Iphone (mi herramienta de trabajo) se ha ido al suelo en pleno acto suicida, tras rebotas cual balón de rugby ha quedado boca arriba pero con la pantalla cubierta tras la tapa de la funda que lo calienta. Me lo he mirado con auténtico miedo a retirar dicha tapa y encontrar el cristal lleno de fallas.

Segundos después, me he atrevido, lo he abierto como lo haría el prota de una peli, sólo me faltaba la música de fondo. El alivio se ha convertido en un “¡mecaguen, menos mal!”. Intacto, con todas sus funciones vitales en perfecto funcionamiento. Una persona puede caerse de una acera y fastidiarse un tobillo, este móvil ha caído de una equivalencia humana de 5 pisos y ahí sigue. Ojalá estuviera hecho del material del móvil. Inmortal.

Pequeña felicidad Número 38.

jueves, 29 de marzo de 2012

#37. Conseguir que mi hijo se duerma mientras llora.


Es una de las mejores sensaciones del mundo. Cuando mi hijo se pone a llorar, ya sea de hambre, de sueño o porque le ha dado por ahí pocas cosas le consuelan. Quizás sería más práctico ponerlo en una mecedora automática o colocarle su peluche musical cerca, pero en mi vida, la práctica siempre queda por detrás del romanticismo.

Ya sea en mis brazos o en los de mi mujer, ver cómo empieza a tranquilizarse para finalmente sucumbir a un profundo sueño es algo que, aunque me esfuerce, me quedo lejos de poder describirlo sólo con palabras.
 
Dejarlo en brazos de Morfeo para que comience tranquilo Dios sabe qué clase de sueños me reconforta y me realiza como padre. Me parece increíble que una vez estuviera yo donde el se encuentra.

Pequeña felicidad Número 37.

miércoles, 28 de marzo de 2012

#36. Vencer una fobia, o al menos intentarlo.


Confesiones, 1er capítulo. Me dan pavor las arañas, prefiero que me atraquen por la calle a que una araña se pose sobre alguna parte de mi cuerpo.

Los que me conocen saben bien que prácticamente nada me da miedo, pero con los arácnidos consigo pulsaciones que sólo serían posibles a lomos de alguna montaña rusa.

De pequeño solía soñar que tarántulas del tamaño de ratas andaba cerca de mi cama, al ponerme los zapatos y pisarlas, estas me picaban a través de la suela. Por lo que, desde niño, me persigue esta fobia.

El pasado domingo, mi mujer se percató de que una gran araña (esto es Mallorca, cualquier bicho mayor que una canica ya lo considero familiar de Godzilla) había entrado en la casa. Al verla no me lo podía creer, poseía todos los atributos de una señora araña, su abdomen separado de la cabeza, sus ocho patas gruesas con pelo… Vamos, en su DNI debía poner “Araña 100% Auténtica, Pata Negra”.

Se ofreció gentil y femeninamente a matarla ella, por un segundo pensé “Vale, de todas formas nadie me ve”, pero deseché ese pensamiento enseguida, tenía que hacerlo yo, tenía que vencer esa fobia.

Armado con una fregona vieja, mi pijama y unos 180 latidos por minuto me dispuse a hacerlo, vacilé, mucho, muy mucho. Bajo la sargenta mirada de mi mujer, lo hice. Fue patético a los ojos de cualquiera, una hazaña a las entrañas de mis miedos irracionales.

Joan 1- Araña Horripilante-0.

Pequeña felicidad Número 36.

martes, 27 de marzo de 2012

#35. Que te digan que estás haciendo algo bien.


Vivimos en un mundo donde las cosas malas tienen más relevancia que las buenas, parece ser que vende más. Nadie se acuerda de las buenas noticias del telediario (si las hay), sin embargo recordamos perfectamente cuántos muertos hubo en el tiroteo de ese instituto de los Estados Unidos.

En nuestra vida diaria vemos miles de ejemplos. Nuestras buenas acciones parecen ser menos dignas de ser alabadas en contraste con lo fácil que resulta criticar nuestros errores.

Todos hemos tenido jefes especialistas en regodearse en nuestros fallos, y aunque la labor en otros campos fueran excelentes la frase “buen trabajo chico”, simplemente no existía. El famoso refuerzo positivo.

Por eso, y aunque no tendría que ser así, sorprende cuando alguien te dice que lo que haces, lo haces muy bien. Este mundo sería un poco mejor con esas pequeñas palmadas en la espalda. Utilizad un “los has intentado, pero la próxima vez hazlo así y verás que sale mucho mejor” o el “genial tío, así me gusta, bien hecho”.

Recordad que nunca debéis aplicar a nadie lo que en su momento no os gustó recibir en vuestras propias carnes. No seáis injustos.

Pequeña felicidad Número 35.

lunes, 26 de marzo de 2012

#34. Día de jardinería.


Siempre me han encantado los bosques, jardines y flores. Pero también he poseído siempre la capacidad de no poder mantener con vida una maceta más de 2 semanas.

Pero soy un tío cabezón así que de vez en cuando me empeño en emular a los chicarrones de Brico-Garden.

Este fin de semana ha sido especialmente productivo, de la mano, eso sí, de mi mujer y de mi santa madre. Ya ha llegado el buen tiempo, y las jardineras de casa que durante el invierno parecieron desaparecer de repente se hicieron mucho más notorias que antes. Pero mucho más, parecía una casa abandonada. Pero qué queréis que os diga, no me había dado cuenta. ¿No os sucede a veces que estáis buscando un boli que lleváis colgado en la oreja?

Después de algunas horas y muchos callos observamos, con cierto regodeo, nuestra obra. No hay forma de que hubiera disfrutado eso sin el sudor de mi frente.




Procurad hacer la mayoría de las cosas que tenéis por hacer, la sensación es alucinante. Me siento realizado, y por una vez me siento un “jardinero útil”.


Nuestras manos son testigos.



domingo, 25 de marzo de 2012

#33. Los Simpson.


Pequeña obra de arte diaria. Es como tener entrecot tierno de ternera de primera calidad para cenar cada día, al carajo el hígado.

Un día me extenderé mucho más, pero como aperitivo diré que creo firmemente que dentro de 200 años esta serie estará a la altura de “Odisea” de Homero (valga la redundancia) dentro del mundo de las artes en general.

Siempre he dicho que si los Simpson estuvieran por sistema PayPerView tendría más conexiones que un partido del Real Madrid.

Tenemos pocos lujos televisivos, la televisión es pésima, pero poder ver cada día algo de estos genios amarillos tiene un valor incalculable.

¿Quién no desearía la felicidad despreocupada de Homer Simpson?

Pequeña felicidad Número 33.

sábado, 24 de marzo de 2012

#32. Cuando los planes salen perfectos.


El día tiene 24 horas, no hay más, dedicamos unas 8 horas (los suertudos) a dormir, otras 8 horas (los muy muy suertudos a trabajar) y unas 3 horas entre desplazarnos, ir al baño, asearnos y alimentarnos, es decir, 19 horas, nos quedan 5 para hacer nuestras cosas, las realmente importantes. Los famosos “planes”.

Vale que el fin de semana tenemos más tiempo, pero también tenemos muchas más obligaciones “caseras”. En pleno 2012 la casa no se limpia sola, maldito seas Verne.

La vida se disfruta más con
despreocupación.
Sin embargo, nos gusta planear actividades como si del antiguo horario del Canal + se tratara: “A las 13’50h termino, parto a palma, estoy ahí a las 15h, hago mis cosas rápido para terminarlas a las 19’25h, vuelvo a Manacor sobre las 20’12, hago la compra para estar fuera a las 21’03h, voy a casa y tengo la cena hecha para las 22’26…” y seguimos y seguimos.

Pues llega el día en que todo sucede como una perfecta mesa de fichas de dominó, todo se va colocando de forma que llegas a tiempo a cada cita, a cada actividad y a cada plan.

Hoy ha sido de esos, me ha dado tiempo a hacer el desayuno, a trabajar con “FULL” de clientes, a comer, a ir a Palma, a que mi mujer se haga su segundo tattoo y yo mi séptimo, a llegar a Son Carrió para estar en la II Calçotada, volver tranquilamente y tener tiempo para escribir esta entrada, una por día, religiosamente.

A veces hasta Dios encaja las piezas. Somos fichas de dominó.


Pequeña felicidad Número 32.

viernes, 23 de marzo de 2012

#31. Escuchar a tus padres contar historias de cuando eras pequeño.


Mi mujer con 5 años, esa mirada
traviesa esconde historias para acompañar muchos
postres.
Genial. Esto suele darse en alguna cena familiar, en la sobremesa alguien cuenta la primera historia sobre uno de los hijos en la infancia, lo que viene después es una genial lluvia de anécdotas sobre esos maravillosos años.

Nosotros somos 3 hermanos, por lo que esos momentos se pueden extender durante horas, sin embargo, cuando pasan los minutos y tú no protagonizas una empiezas a desear que tu madre empiece a soltar las fantásticas “recuerdo que cuando Juanito tenía 5 años…”

Nadie cuenta tus aventuras de pequeño como una madre. Siempre digo que odio cuando alguien cuenta algo como sucedió, las cosas se cuentan como se recuerdan, con sentimientos de por medio. Sin pasión la historia del ser humano sería peor que una película coreana con subtítulos en japonés.



Pequeña felicidad Número 31.

jueves, 22 de marzo de 2012

#30. Cuando alguien te llama para saber si has llegado bien.


En la vida existen cosas que no podemos dominar. Son realmente las que nos producen temor, miedo o angustia. Yo no tengo miedo cuando voy al volante, pero me produce pavor pensar que alguien a quien quiero pueda sufrir un accidente. Y lo temo porque no lo controlo. Es una de mis pocas facetas irracionales.

Y porque conozco esa sensación de preocupación, valoro cuando alguien se preocupa por mí de esa forma.

Una simple llamada, un sms o si me apuráis, un corto “ten cuidado por la carretera, no corras por favor” es una muestra de cariño tierno como pocas puede haber.

La carretera es un nido de tragedias humanas y familiares, odio que la gente corra y haga el tonto con el coche. Si de mí dependiera, los automóviles no podrían pasar de 120 km/h.
POR FAVOR, CONDUCID DESPACIO.

Por todos los que nunca pudieron responder a esa llamada preocupada y emprendieron un camino por otra carretera hacia el cielo, por ellos va esta entrada.

Pequeña felicidad Número 30.

miércoles, 21 de marzo de 2012

#29. Reírse de repente de algo que recuerdas.


Es un gran momento. Que levante la mano quien no haya sufrido uno de estos ataques repentinos de risa. Además suelen recordarse. Esa vez que estabas en clase con toda el aula en silencio, recordaste un chiste o alguna salida de tu amigo Jesús el cachondo y no pudiste parar de reír. Vale que marchaste al despacho del director con un parte y un saco de carcajadas, pero vaya si valió la pena.
La risa cuesta menos que la electricidad
y da MÁS LUZ.

En mis carnes he sufrido varios, a cada cual mejor, a veces me pongo a reír cuando estoy a punto de dormirme, en otras ocasiones la risa me da en el momento más serio, en algún funeral que otro no he podido evitarlo, hasta en la iglesia. De niño, me daban esos ataques inevitables cuando mi padre me echaba la bronca, no podía evitarlo, esa cara tan seria me parecía graciosísima.

Reír es una de las expresiones más bellas del mundo, me gustan mis arrugas colaterales.

Dice un proverbio japonés que el tiempo que pasa uno riendo es tiempo que se pasa al lado de los dioses. Todo el mundo debería reír más, imagino a Urdangarín ante el juez “¡Pero tranqui Juez que hay que reírse de estas cosas!”, en fin, unos ríen con la boca ancha y otros, privilegiados como nosotros, pueden reírse con la boca feliz.

Pequeña felicidad Número 29.

martes, 20 de marzo de 2012

#28. Tu plato favorito.


Quizás porque sé lo que es no poder comer lo que me apetece durante una larga temporada del año debido a mis compromisos laborales-deportivos, conozco bien los sabores escondidos en la comida.

Hace años, cuando mi dieta se basaba en la comida a domicilio, engullía pizzas y comida china sin notar sabor alguno, nada me seducía desde el punto de vista culinario. Ahora sería capaz de escribir 4 páginas sobre un bocadillo de jamón con queso.
 
Durante mi vida, he tenido varios platos favoritos, de pequeño me gustaban tanto las lentejas de mi abuelita que me llevaba un par de ellas dentro de un trozo de barra de pan, sí, un bocata de lentejas, bromas aparte.

Cocinar es uno de los gestos más generosos que existen. Puedo ver más allá del plato, veo a esa persona haciendo la compra, eligiendo los mejores alimentos y soy capaz de ver el esfuerzo a la hora de cocinarlos. Es una de las cosas que más valoro del mundo.

Me gusta cocinar, sé lo que cuesta y por eso valoro que me regalen el mismo esfuerzo. Por eso, cuando mi mujer me prepara en ocasiones especiales su “solomillo Wellington”, el día se vuelve maravilloso, cada bocado bajo su mirada es un placer para ambos. Por eso, por su detalle y buen mano.

Estoy seguro que recordáis en estos momentos vuestro plato preferido, y si no lo tenéis, id en su búsqueda.

Pequeña felicidad Número 28.

lunes, 19 de marzo de 2012

#27. La primera vez que celebras “El día del padre”.


No sé cómo escribir esto sin que me vean los ojos llorosos, pero lo intentaré.

Siempre había visto esta fecha como algo un poco absurdo, el día del padre, de pequeño creía que ese día mi padre no tenía que ir a trabajar, o que las tiendas no abrían. Nada de eso, todo era mucho más simple, casi pasaba inadvertido salvo por la visita al abuelo, le regalábamos un paquete de Ducados (así lo quería y agradecía él) y poco más.

Solía pensar que si el día que fuera padre, el 19 de marzo sería igual que los otros, una especie de San Valentín de centro comercial, pero me equivocaba enormemente.

Respeto a los que piensan que este día es producto de la extinguida “Galerías Preciados”, y en cierto modo aciertan, pero antes de que las grandes superficies corrompieran en cierto modo este día, una mujer llamada Manolita Vicente promovió ese día entre sus alumnos a petición de los padres, celosos del Día de la Madre. Ese día los niños hacían manualidades para sus padres. Maravilloso.

Mi querido Christian aún es demasiado pequeño para hacerme algún “cenicero” de cerámica, sin embargo, me ha dado el honor de sentirme como el mejor padre de mi mundo desde el primer día.

Te quiero hijo mío.

Pequeña felicidad Número 27.

domingo, 18 de marzo de 2012

#26. Cuando echamos algo de menos.


Qué gran sentimiento, echar de menos. La misma frase parece algo extraña, pero tiene magia. Si nos paramos a analizarla, seguramente acabaríamos en “fase-filósofo”. No os lo planteéis, simplemente aceptadla y disfrutadla. Es como una hamburguesa, no importa lo que haya dentro o de qué está hecha, está bien así y no le demos muchas más vueltas.

Echar de menos, es en mi opinión, uno de los sentimientos más bonitos que el ser humano puede disfrutar y sufrir al mismo tiempo. En ocasiones, podemos echar de menos, incluso cosas que sabemos que aún nos pertenecen, algún momento que vivimos pero sabemos que va a terminar, o alguna persona que sabemos que pronto (esto puede ser relativo) va a partir.

Yo mismo hoy he echado de menos a mi hijo Christian, he pasado sólo unas horas sin verlo, pero una vez más, la percepción individual es más fuerte que la realidad.

La próxima vez que dudéis si añorar algo es bueno o malo, recordad que las cosas, los momentos, lugares y personas viven en nosotros el tiempo que nosotros queremos, lo que recordamos y lo que añoramos.
 "Tengo miedo del encuentro, 
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida"
Para mí, la mejor canción que habla sobre la añoranza.

Pequeña felicidad Número 26.

sábado, 17 de marzo de 2012

#25. Ver un gato holgazaneando.


Sol, encontrando su hueco.
En mi próxima vida espero ser un gato. Nunca he visto un ser vivo con menos preocupaciones y más repleto de tranquilidad que un gato.

En casa tenemos dos, y parece ser que nos han salido amantes de la matemática porque por cada 5 pasos que dan, se tumban un rato. Sin estrés. Me asombra hasta su parpadeo, sosegado y pausado, son como el malo tranquilo de una película ante un interrogatorio.

Envidia, tengo envidia de su despreocupación.

Pequeña felicidad Número 25.

viernes, 16 de marzo de 2012

#24. Pasar todo el día en pijama.


Está muy bien eso de hacer planes, salir a pasear, a comer fuera o a ver una película en el cine, pero hay una variante opuesta que, de vez en cuando, se convierte en un súper-lujo cargado de felicidad. Estoy hablando de ese día vago que te quedas todo el día en casa con el pijama puesto.
Bridget Jones, perfecto ejemplo del
"Efecto-Pijama"

No suele ser premeditado, te levantas un domingo algo más tarde de lo habitual, deambulas con el pijama hasta la cocina y te das cuenta de que en lugar de desayunar, ya casi toca hacer la comida. Te preguntas que para qué te vas cambiar de ropa, si lo más seguro es que te ensucies.

La comida ya preside la mesa y te vuelves a preguntar: “para qué cambiarme de ropa, como con el pijama puesto y luego me hecho una siesta mirando la peli de la tarde más cómodo que nadie.”

De repente todo lo que existe de puertas hacia fuera es peor. Si luce el Sol dices que hace calor, y si llueve, es que puedes constiparte. En casa mejor.

Es curioso, pero cuando uno pasa todo el día en pijama, es capaz de realizar actividades que nunca se suelen hacer, como jugar al parchís, abrir regalos de Navidad, leer un libro o ordenar cd’s. Es el “efecto-pijama”.

Ya lo sabéis, si no queréis gastar un euro el fin de semana, no os quitéis el pijama.

Pequeña felicidad Número 24.

jueves, 15 de marzo de 2012

#23. El primer sorbo de un refresco.


De pequeño odiaba las bebidas con gas, veía como los niños de mi edad perdían la cabeza por un vaso de Coca-Cola o de Fanta. En los cumpleaños era una locura, recuerdo esos vasos de plástico blanco semitransparentes y cómo el negro de la chispa de la vida resaltaba por él. No entendía cómo podían beberse algo negro.

Como mi curiosidad ya era prematura, decidí probarla, el picor que sentí en la garganta y en la nariz consiguió que escupiera el trago como si de un aspersor se tratase.

Años más tarde, y coincidiendo con mi teoría sobre los cambios de gustos con la edad, me empezó a gustar dichas bebidas. Hasta el punto de beber unos 2 litros de Coca-Cola al día. Pero hay una parte de esa lata que no es como el resto, hablo del primer sorbo. Cuando abres una lata y le das el primer trago, es algo alucinante, te pican hasta los bronquios, los ojos te lloran y pones la boca como si acabaras de chupar un limón. Y no importa lo rápido que bebas después, no volverá a ser como los primeros centilitros.

Es lo que suele pasar con las primeras partes.

Pequeña felicidad Número 23.

miércoles, 14 de marzo de 2012

#22. Cuando el bricolaje sale bien.


Me dan envidia ese tipo de personas que son capaces de cambiar un enchufe que no funciona o que montan un mueble de IKEA en 10 minutos. Carezco de esa parte del cerebro, lo admito.

Sin embargo, muy de vez en cuando, con cada visita del cometa Halley, soy capaz de alcanzar la gloria con alguna de estas tareas.
FIGURAS IMPOSIBLES

La verdad es que te sientes realizado, el rey del mambo, una especie de presentador de “Bricomanía” sin barba ni camisas de cuadros.

La última vez que logré algo así fue montando un cajón de madera para la leña. Sí, estuve a punto de meter el cajón en la chimenea cuando los clavos empezaron a doblarse, pero me negué a claudicar antes 5 trozos de madera y 8 malditos tirafondos. Cuando lo terminé se lo enseñé a mi mujer como el actor que levanta un Oscar. Orgulloso y muy “útil”. No como la vez que una estantería nueva de IKEA terminó en el container de la esquina…

Pequeña felicidad Número 22.

martes, 13 de marzo de 2012

#21. Quitarse los zapatos al llegar a casa.


Esto sí que es un auténtico lujo, uno de los mejores momentos del día.

Llegas a casa odiando tus pies, te duelen, los notas hinchados y sientes que algo malo debe estar pasando ahí abajo. Encima te ha tocado estar todo el día de pie en el curro.

Pero no pasa nada, las tormentas SIEMPRE acaban pasando. Te sientas en tu sofá favorito, por si acaso y para que se note más tu cansancio, resoplas como un caballo que acaba de ganar una carrera. Te deshaces los cordones lentamente, casi como regodeándote y presagiando el gustazo que estás a punto de sentir.

Enseguida notas como el pie se alivia, parece que te da las gracias incluso, pero quiere más. Entonces llega la hora de sacarse los zapatos, no importa cómo lo hagas, con las manos, ayudándote con el otro pie, como sea. El siguiente paso es exagerar un profundo “¡ooooooooooohhhhhaaaaaaaa no podía más!”.

Miras los zapatos con rabia y desdén, te dan ganas de tirarlos por la ventana. Como anécdota personal os contaré que al terminar mi formación policial, lo primero que hice fue prender fuego a mis zapatillas de correr. Eran una Nike Pegasus de 120 €, pero poco me importó, las rocié con ron y prendieron como una bengala. Juraría que de sus llamas salieron espíritus como en Indiana Jones.

Malditos zapatos, ojalá pudiera trabajar en pantunflas con forma de perrito.

Pequeña felicidad Número 21.

lunes, 12 de marzo de 2012

#20. Los vídeos de pelotazos en la cara.


No puedo evitarlo, pocas cosas me hacen tanta gracia como un buen pelotazo en la cara (o en la otra zona que ya sabéis). Sé que puede rozar el mal gusto, o que alguno de los sujetos del siguiente video tuvo que rascarse el bolsillo en la consulta del dentista pero simplemente me hace mucha gracia.
 
No sé si debe ser causa de algún recuerdo lejano de niño pero es superior a mí, quizás deben ser las secuelas infantiles del mítico programa "Vídeos de primera". Si alguien quiere hacerme un buen regalo para mi cumpleaños, que me regale una recopilación en DVD de los mejores pelotazos en la cara.

Hoy en día existe una nueva categoría, a la que yo llamo “haciendo tonterías con una fitball”. Es una versión mejorada y modernizada, se trata de gente lanzándose esas enormes pelotas de gimnasio pensando “esto tan blandito no debe doler”. Sencillamente genial, genial por sencillo.

Llamadme malo, pero si no os reís con este video es que algo no funciona en vuestro “hueso de la risa”.

Pequeña felicidad Número 20.

domingo, 11 de marzo de 2012

#19. El baño de los domingos.


Sé que hoy en día, no todas las viviendas tienen bañera, pero de verdad os digo, que es algo que se ha repetido en todas las casas donde he vivido, no es sinónimo de poderío, es sinónimo de prudencia con respecto a mis pequeños placeres de la vida.
Que se detenga el mundo, y si no, lo mismo da...

Tampoco creáis que soy un despojo de la ecología y un hereje de la madre naturaleza, me ducho siempre, menos los domingos. Ese día pertenece al baño sin prisas, estés limpio o no, toque o no toque.

De pequeño, montaba todo un ritual, preguntaba a mi familia si alguno tenía que entrar en el baño durante la próxima hora, me ponía música en la radio, encendía velitas y hasta esparcía toallas por el suelo para no tocar las gélidas baldosas al salir. Y por si os lo preguntáis, sí, también me bañaba con juguetes ya fueran barquitos, patitos o transformers.

Estoy convencido de que Dios, tras observar su obra, se dio un relajante baño, con un barquito tipo arca y un muñequito de Adán y Eva. Al fin y al cabo, poco tiempo iba a tener después al ver el rumbo que su mundo torcería.

Pequeña felicidad Número 19.

sábado, 10 de marzo de 2012

#18. El último entrenamiento de la semana.


Me puedo imaginar cómo se quedó Noé cuando terminó el arca, cansado, pero realizado. Así me siento yo cuando culmino toda una semana de arduo trabajo con el último entrenamiento mano a mano con mi gran amigo y socio Xisco Serra.

Cuando dos sufren, el dolor
es la mitad.
No importa cuántas horas de trabajo hayamos realizado, cuántos clientes nos han contado sus problemas, cuántas charlas motivadoras hemos dado ni cuántos cafés hemos tomado. El último momento de la semana es nuestro. El último entrenamiento, el más especial, el único de la semana en el que después pudo irme a descansar a la paz de mi hogar.

Es el último clavo que Noé martilleó en su arca, el último golpe, la última gota.

Pequeña felicidad Número 18.

viernes, 9 de marzo de 2012

#17. Meterme en la cama cuando hay tormenta.


Es algo muy evocador. Me transporta a cuando era pequeño y me montaba una especia de tienda de campaña bajo las mantas de la cama. Recuerdo cómo me abastecía de algo para comer, un tebeo y una linterna, me hacía un ovillo y me sentía el niño más protegido del mundo.

No todo en el invierno iba a ser malo.
Ahora, de mayor, las sensaciones se parecen mucho, ayer por la noche el viento soplaba como si no hubiera mañana. Los árboles se rozaban entre ellos como si de una danza esquiva se tratara, las persianas sonaban como un choque de coches en plena autopista y por la chimenea entraba una “especie” de silbido que protagonizaría perfectamente alguna película de suspense.

Sin embargo, entre ese caos, me encontraba tapado hasta las orejas, calentito, yo, mi mujer y mi hijo a salvo de cualquier inclemencia celestial. Por un momento me entró una extraña sensación, deseé que todo empeorara más, que el viento se tornara tornado y todo fuese más cruento. Simplemente por sentir un mayor contraste y potenciar esa “seguridad”. Fue una tentación al caos, pero vista desde la ventana, no a pie de calle.

Pequeña felicidad Número 17.

jueves, 8 de marzo de 2012

#16. Cocinar ese plato que te sale tan bien…



Es curioso cómo podemos llegar a cambiar con los años. A veces, incluso cambiamos nuestras habilidades. No siempre a mejor, pero prefiero no acordarme de lo que ahora podría hacer peor que cuando era más joven.

Yo era bueno dibujando, ahora me da miedo coger un lápiz, no me gustaría saber que voy perdiendo habilidades, y si son artísticas, menos aún.

Debo confesar que hubo un tiempo en el que la cocina era un departamento extraño de la casa. Territorio comanche, lo único que sabía hacer bien era fregar los platos.

Ahora nos hemos hecho buenos amigos, me considero un buen cocinero, que además cocina con amor. Puedo decir que hasta les canto a los ingredientes. ¿Si las flores crecen mejor porque no van a saber mejor mis platos así?

Bueno pues a lo que vamos, soy “divagador” por naturaleza. Hace 4 años no sabía ni freír un huevo, literalmente. Pero como siempre digo, “de entre la mierda puede llegar a nacer una flor”.

Para muestra, dos platos.

Admito peticiones de receta.

Pequeña felicidad Número 16.

miércoles, 7 de marzo de 2012

#15. Escuchar esa canción al terminar el día que te devuelve la calma.


En la genial película “Mejor Imposible”, el gran Jack Nicholson  prepara todo un estuche de cd’s diferentes con las canciones que, según él, serán perfectas para cada tipo de momento o situación. Por ejemplo, compone un disco con canciones para “Romper el hielo”. Ese es el poder que la música posee.

No puedo asegurar que en mi coche tenga un chaleco reflectante, unos triángulos o tan siquiera un gato para cambiar una rueda, no tengo ni idea, supongo que estarán ahí. Lo que sí que puedo confirmar, es que llevo no menos de 30 cd’s. Algunos son válidos para ir a trabajar, otros para el fin de semana, otros para el verano, otros para cuando vuelvo de la playa y otros, mis favoritos, para cuando vuelvo del trabajo. Ese momento en el que desearías que todo estuviera a menos volumen para que la tranquilidad fuera el oxígeno reinante en el planeta Tierra.

Disfruto enormemente de esos momentos, cuando las notas entran en mi cabeza como si se hicieran paso a estruendosas caricias. 

¿Qué qué llevo últimamente en el coche cuando vuelvo a casa después de un agotador día de trabajo? Mejor que lo escuchéis…

 "Y en ese momento me di cuenta de que 
no era magnífico"

Bon Iver- Holocene


Pequeña felicidad Número 15.

martes, 6 de marzo de 2012

#14. Descubrir un nuevo grupo o cantante.


Gran parte de mi tiempo que yo llamo “trivial” lo dedico a buscar nuevos grupos y cantantes por internet, spotify o foros de música. Es algo que me apasiona. Si algo me ha quedado claro a lo largo de los años es que hay muchísima música increíble que no llegaré a escuchar nunca. Algunas veces he descubierto grupos por casualidad; escondidos en el fondo de armario de alguna película, en algún anuncio, zapeando por los canales de música o en la radio.

Aún recuerdo la vez que descubrí mi grupo favorito, Interpol. Volvía de trasnochar, me preparé un bocadillo y antes de meterme en la cama encendí la tele, sin elegir canal, sólo para que me hiciera cierta compañía. Al segundo bocado empezó a sonar una guitarra, muy simple, después el bajo, la batería y al fin la voz. Dejé de masticar para coger un boli i un trozo de diario esperando ansioso conocer el nombre de lo que estaba entrando en mi cerebro. ”Interpol, vaya nombre para un grupo” pensé. 10 años después de aquello siguen siendo mis favoritos, no he pasado un solo día de mi vida desde entonces en el que no escuche al menos una canción suya.

Es curioso como hay ciertas cosas que nos quedan grabadas para siempre, y otras, en teoría más importantes, dan de cabeza con el olvido más abrupto. No recuerdo mi primer beso, pero sin duda, recuerdo el día que descubrí mi grupo de música favorito.

Son cosas mías.
Aquí lo tenéis, la primera vez que lo escuché. 
Dulce picadura.

"Es diferente ahora que soy pobre y viejo,
no volveré a ver este lugar de nuevo."

Pequeña felicidad Número 14. 

lunes, 5 de marzo de 2012

#13. Ver por la tele esa peli que tienes en DVD y nunca ves.


Es algo inherente en el ser humano. Pronto será un refrán popular que perdurará en el tiempo. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y mira por la tele las películas que tiene en DVD y nunca ve.

Reconozco que me sucede con mucha frecuencia, podría decir que es un caso parecido a los episodios de series que hemos visto decenas de veces. Los que me conocen bien saben que hasta podría recitar diálogos enteros de los Simpson.

Ayer volví a caer en la tentación, la película de la semana era una de mis predilectas, y por cierto, otro día hablaré de películas. La habré visto no menos de 20 veces, la tengo en DVD desde hace mucho y juraría que la he visto más veces en televisión que en el reproductor.

Me gusta y poco me importa. ¿Quién no ha visto 100 veces Grease, Dirty Dancing o Matrix? Ocupan nuestra videoteca particular, hasta las han regalado con algún periódico, pero da igual, como un lunes las anuncien para el domingo, allí estaremos listos para verla.

- ¡Cariño el domingo que viene dan Click! por la tele!
-¿Pero no la tienes en DVD?
- Eeeeehh… Sí pero mejor la vemos el domingo.

Principal canción de la película Click! 
Simplemente perfecta.

Pequeña felicidad Número 13.

domingo, 4 de marzo de 2012

#12. Trepar a un árbol.


Creo que a ninguno de nosotros nos bastó nuestra infancia. A mí me pasó demasiado rápido. No me di cuenta y ya me encontraba pagando facturas por un lado y revisando el euríbor con el otro. No me arrepiento de nada en mi vida, pero sin duda, crecí por encima de la velocidad permitida. Creo que por eso estoy muy conectado con mi “yo” de la infancia. Con ese Juanito.

De vez en cuando me gusta hacer cosas de niños, como pisar charcos, mirar películas de dibujos entre otras, y ayer, después de muchísimos años, volví a trepar a un árbol. De niño mi padre me lo tenía prohibido, y como chico obediente que era puedo contar con los dedos de una mano las veces que lo hice. Pero ayer le di un gusto a ese pequeño bonachón.

Subí a una higuera de un salto, y la verdad, fue divertidísimo. Os lo recomiendo. Mi mujer, al ver mi cara, tuvo que probarlo.

El gran Neruda dijo una vez: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.

Pequeña felicidad Número 12.

sábado, 3 de marzo de 2012

# 11. Cuando los almendros florecen.


Me vais a perdonar que escriba tanto sobre la primavera, pero no encuentro otra época más bonita y especial en todo el año. Es como el despertar de una pesadilla (llamada invierno). Como no tener un duro en el banco y de repente cobrar tu nómina.

Para mí, la verdadera señal de que la primavera llega es cuando los almendros florecen por primera vez. Además sucede de repente, un día están desnudos y al día siguiente se visten de gala con sus colores más selectos.

No hay invierno
sin primavera.
El camino al trabajo se convierte en un museo agrícola. La primavera nos tiene preparados una decoración especial, por el trago gélido y amargo de la peor estación.

Pocas cosas más bellas pueden verse en cualquier parte. El brutal contraste de su ajada corteza con el color de los magnificentes pétalos es un espectáculo digno de Velázquez.

Pequeña felicidad número 11. 

viernes, 2 de marzo de 2012

#10. Los viernes.


Los viernes son especiales, sin duda. Todo se vuelve un poco menos importante este día. Coges un atasco y no te importa. Te tienes que quedar 20 minutos más en el curro y te parece hasta poco. Nuestra capacidad de aguante el quinto día de la semana es algo digno de estudio.

Es fácil, es la despedida de una larga semana de trabajo, o peor, es el final de una semana sin nada que hacer. En mi caso, no es el último día laboral de la semana, ya que los sábados trabajo, pero no importa, los sábados son como una prórroga para mí, una visita al gimnasio, un retoque a la semana.

Es la antesala de la libertad del fin de semana, de irte a dormir sin poner el despertador, de desayunar sin prisa, de leer, de escuchar música con tranquilidad o de leerte los artículos de opinión del diario. Pero eso ya será harina de otra entrada. Pues eso.
"No importa la importancia de lo importante, sino lo que hace que importe lo importante"

Pequeña felicidad Número 10.

jueves, 1 de marzo de 2012

#9. El primer día que “parece” primavera.


Hoy hasta la chaqueta tenía su silla aparte.

Hoy me he dejado seducir. Hoy creo que el invierno ha pasado a mejor vida, que ya no necesitaré más forros polares. Que puedo dejar los calcetines de alpinista en la cima del armario. Hoy quiero creer que ya es primavera.

He podido pasear con mi hijo y su preciosa madre en manga corta. Hemos colonizado una terraza en el muelle y la idea de mudar el café por una caña ha rondado mi cabeza. 

El Sol picaba en mi espalda como un suave taladro. El primer día que presientes que ha terminado el invierno se parece al primer día de vacaciones, sabes que viene una época deliciosa, pero en el fondo, empiezas a echarlo de menos desde el primer día.

Machado decía “La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido”.
"Tu floreciste en Primavera, 
y moviste los cielos"



Pequeña felicidad Número 9.