jueves, 15 de marzo de 2012

#23. El primer sorbo de un refresco.


De pequeño odiaba las bebidas con gas, veía como los niños de mi edad perdían la cabeza por un vaso de Coca-Cola o de Fanta. En los cumpleaños era una locura, recuerdo esos vasos de plástico blanco semitransparentes y cómo el negro de la chispa de la vida resaltaba por él. No entendía cómo podían beberse algo negro.

Como mi curiosidad ya era prematura, decidí probarla, el picor que sentí en la garganta y en la nariz consiguió que escupiera el trago como si de un aspersor se tratase.

Años más tarde, y coincidiendo con mi teoría sobre los cambios de gustos con la edad, me empezó a gustar dichas bebidas. Hasta el punto de beber unos 2 litros de Coca-Cola al día. Pero hay una parte de esa lata que no es como el resto, hablo del primer sorbo. Cuando abres una lata y le das el primer trago, es algo alucinante, te pican hasta los bronquios, los ojos te lloran y pones la boca como si acabaras de chupar un limón. Y no importa lo rápido que bebas después, no volverá a ser como los primeros centilitros.

Es lo que suele pasar con las primeras partes.

Pequeña felicidad Número 23.

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