Recuerdo cuando mi padre me dijo que debía tener una firma. Yo no
entendía muy bien su importancia, y creo que a día de hoy, sigo sin entenderlo,
salvo que seas famoso. Mi primera firma era un poco rudimentaria, se leía perfectamente
mi apellido subrayado con una gran y estirada jota.
Llegué a pensar en utilizar una firma “rápida”, por si un día un grupo
de fans me pedían firmas a las puertas de un estadio o un concierto, todos tenemos
derecho a soñar.
Hoy en día, mi firma es muy sencilla, pero aún así, pocas veces me sale
perfecta. Pero cuando es así, puedo escuchar los fuegos artificiales en mi
cerebro, es como meter una canasta desde la mitad de la cancha, perfecto.
Pequeña felicidad Número 55.
Estás enfermo.
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