Confesiones, 1er capítulo. Me dan pavor las arañas, prefiero que me
atraquen por la calle a que una araña se pose sobre alguna parte de mi cuerpo.
Los que me conocen saben bien que prácticamente nada me da miedo, pero
con los arácnidos consigo pulsaciones que sólo serían posibles a lomos de
alguna montaña rusa.
De pequeño solía soñar que tarántulas del tamaño de ratas andaba cerca
de mi cama, al ponerme los zapatos y pisarlas, estas me picaban a través de la
suela. Por lo que, desde niño, me persigue esta fobia.
El pasado domingo, mi mujer se percató de que una gran araña (esto es
Mallorca, cualquier bicho mayor que una canica ya lo considero familiar de
Godzilla) había entrado en la casa. Al verla no me lo podía creer, poseía todos
los atributos de una señora araña, su abdomen separado de la cabeza, sus ocho
patas gruesas con pelo… Vamos, en su DNI debía poner “Araña 100% Auténtica,
Pata Negra”.
Se ofreció gentil y femeninamente a matarla ella, por un segundo pensé “Vale,
de todas formas nadie me ve”, pero deseché ese pensamiento enseguida, tenía que
hacerlo yo, tenía que vencer esa fobia.
Armado con una fregona vieja, mi pijama y unos 180 latidos por minuto
me dispuse a hacerlo, vacilé, mucho, muy mucho. Bajo la sargenta mirada de mi
mujer, lo hice. Fue patético a los ojos de cualquiera, una hazaña a las
entrañas de mis miedos irracionales.
Joan 1- Araña Horripilante-0.
Pequeña felicidad Número 36.
No hay comentarios:
Publicar un comentario