miércoles, 21 de marzo de 2012

#29. Reírse de repente de algo que recuerdas.


Es un gran momento. Que levante la mano quien no haya sufrido uno de estos ataques repentinos de risa. Además suelen recordarse. Esa vez que estabas en clase con toda el aula en silencio, recordaste un chiste o alguna salida de tu amigo Jesús el cachondo y no pudiste parar de reír. Vale que marchaste al despacho del director con un parte y un saco de carcajadas, pero vaya si valió la pena.
La risa cuesta menos que la electricidad
y da MÁS LUZ.

En mis carnes he sufrido varios, a cada cual mejor, a veces me pongo a reír cuando estoy a punto de dormirme, en otras ocasiones la risa me da en el momento más serio, en algún funeral que otro no he podido evitarlo, hasta en la iglesia. De niño, me daban esos ataques inevitables cuando mi padre me echaba la bronca, no podía evitarlo, esa cara tan seria me parecía graciosísima.

Reír es una de las expresiones más bellas del mundo, me gustan mis arrugas colaterales.

Dice un proverbio japonés que el tiempo que pasa uno riendo es tiempo que se pasa al lado de los dioses. Todo el mundo debería reír más, imagino a Urdangarín ante el juez “¡Pero tranqui Juez que hay que reírse de estas cosas!”, en fin, unos ríen con la boca ancha y otros, privilegiados como nosotros, pueden reírse con la boca feliz.

Pequeña felicidad Número 29.

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