No me gusta ir a hacer la compra. Nací sin esa parte del cerebro que la
gente posee y que hace que recuerdes cómo están colocadas las estanterías.
Tardo muchísimo en encontrar las cosas.
Pero alguna vez, con cada eclipse de Sol, doy con la cola rápida, la
cajera está en su biorritmo eficiente y todo vuela. Si no le pago rápido me
siento mal, como si hubiera perdido una partida de ajedrez.
Suerte en los súper amigos.
Pequeña felicidad Número 81.
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