A mis pocos 16 años, empecé a trabajar con un irlandés de diccionario.
Adoraba el fútbol, a su familia y por encima del fútbol y por debajo de su
familia, le volvían loco las barbacoas.
La primera vez que lo vi preparándose para ello fue en un súper-mercado
cercano a una playa mallorquina, llevaba un gorro de pescador, unas gafas de
sol, crema solar por la frente y nariz y en una mano dos bandejas de
hamburguesas y en la otra una paquete de 6 cervezas Guiness y colgando del
meñique, una bolsa de panecillos.
Me dijo que iba a empezar una barbacoa, lo vi tan feliz que le
pregunté: “¿te gustan o qué?”. Me sonrió antes de decirme que la comida siempre
sabe mejor a la barbacoa, que en una sartén no hay emoción.
No hice una barbacoa hasta hace poco más de un año, lo entendí al
momento, no se trataba del sabor de la carne, no, todo iba sobre el rato
anterior. Poner la leña, prenderle fuego un buen par de medias horas antes, la
gente rodeando la brasa y la sensación de volver muchos siglos atrás cuando
sólo ésta era la forma de cocinar la comida.
Barbacoa, posiblemente, de los inventos más antiguos de la humanidad.
Pequeña felicidad Número 66.
Que buena la barbacoa del viernes. Nos pusimos las botas la carne estav en su punto, tierna y jugosa. Con el "chimichurri" de tomate q prepare,el pamboli estaba d muerte. Comimos como reyes, seguro q Christian disfrutara d la comida porque sinceramente nols lo sabemos montar bien. Jejejeje.
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