Pero lo curioso es que, las pocas
veces que me he encontrado con un anciano montando en carro, por muy lento que
fuera, no puedo enfadarme, ya puede ir a velocidad de continente, me da igual,
disfruto viendo ese montón de madera y hierro oxidado tirado por un burro o un
caballo, de esos sin melena Pantene ni bolitas de adorno. Los caballos vetustos
tiran de carros, los presuntuosos tiran personas. No sé que prefiero.
Pequeña felicidad Número 64.
No hay comentarios:
Publicar un comentario