A los rockeros de mi edad nos chocó ver cómo grupos que adorábamos de
chiquillos se separaban. Soundgarden, Guns’n’Roses, Suede, Pixies, Héroes del
Silencio, Garbage, Kyuss, Pulp, John Frusciante abandonó los Red Hot Chili
Peppers y así un largo etcétera.
Te quedabas con complejo de abandonado, y si tu sueño era verlos en
directo, la desolación era aún mayor. Yo no lograba entender cómo un grupo de
amigos que se dedican a amasar millones y a tocar música podían cansarse de
hacerlo.
Pero el caso es que sucedía, y con bastante frecuencia.
Los años caían y otros grupos ocupaban mis estanterías, incluso muy de
vez en cuando, recurría a los antiguos cd’s y soñaba con la vuelta de esos
grupos que me hacían soñar de niño con llegar a ser una estrella del rock.
Un buen día, a mis 20 añitos, leí con los ojos como discos de vinilo,
como los Pixies volvían a raunirse para tocar de nuevo, llegaron a publicar un
par de singles incluso, no me preguntéis por qué, pero fue cómo el día que el
pequeño Marco se reunió con su madre. Muy bonito, es lo que tienen los
reencuentros, a veces hace falta echar de menos.
Pequeña felicidad Número 63.
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