Siempre han existido los momentos de inspiración, lo tuvo Newton con su
manzana, lo tuvo Mozart en su lecho de muerte con el Réquiem, lo tuvo Dickens
con su Cuento de Navidad y hasta lo tuvo Bill Gates con sus ordenadores. Se
necesita un poco de suerte y mucha atención para estar atento a esos momentos.
El talento puede llegar a pasar a segundo plano, la historia está llena de
cantantes y grupos si él que han vendido millones de discos gracias a una
conjunción de acordes y notas que casaron a la perfección en el momento
adecuado. Así, sin más, se enciende la bombilla en un momento y todo cambia
para siempre.
Luego los hay con mucho talento que son capaces de encontrar esa
inspiración y así formar fragmentos que pueden llegar hasta rincones del alma
poco pisados y explorados.
Toda buena canción posee un fragmento superior al resto, de esos que te
obligan a subir el volumen y mandar callar a cualquiera que se encuentre cerca.
El botón de rebobinar (aunque no creo que sea el nombre adecuado para un cd o
mp3) es muy amigo de estos momentos, creo que he llegado a rayar cd’s para
escuchar esos 20 o 30 segundos una y otra vez.
Es como comer el final de un helado de cucurucho con su duro chocolate
o encontrarte una aceituna en un trozo de pizza. Perfecto.
Pequeña felicidad Número 48.
Uno de esos momentos del minuto 1'59 al 2'23.
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