martes, 28 de febrero de 2012

# 7. Un café en el momento justo.


Hay cosas que no nos gustan de pequeños. No nos gustan las siestas, levantarnos tarde, el queso, las verduras o el pescado es algo que no van con nosotros a nuestros tiernos 7 añitos, por ejemplo.

Nos hacemos un poco mayores y nos damos de lleno con la etapa más idiotesca de nuestras vidas, la pubertad. Aquí hay cosas que siguen sin gustarnos, pero que probamos, y no, no nos gustan la primera vez. La cerveza, el tabaco, el licor… y el café. El café, por alguna extraña razón, no nos gusta hasta que pasamos los 20.

Ahora bien, después no hay vuelta atrás, el café forma parte de nuestras vidas, creo que puedo asegurar que hace años que bebo al menos un café al día, pero no sé si puedo decir lo mismo de algo tan básico como un vaso de agua. Seguro que algún día no bebí agua sola.

Poder tomar un café en el momento justo es, simplemente, un lujo. Si la taza de café costar 1000€ sería el brebaje de la jet-set. La bebida prohibida que movería mercados negros alrededor del mundo. Habría guerras por el café.

Por suerte, la vida está llena de lujos baratos. Sólo hay una cosa mejor, y es la celestial frase que de vez en cuando te ofrece un “¿Un cafelito Joan?”… y como yo siempre digo: “Siempre tengo tiempo para un café.”

"El café ideal es negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y suave como el amor." 


Pequeña felicidad Número 7.

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