Cuando era más joven y no tenía ningún tipo de obligaciones y cargas,
procuraba gastarme hasta la última peseta que ganaba, no le veía sentido a eso
de trabajar para acumular números en el banco.
Ahora, aunque Dios me libre de cualquier tipo de tacañería, procuro ir
con mucho cuidado con cada céntimo que gasto.
Es lo que tiene ser empresario y padre de familia.
Ayer cenamos en un precioso agroturismo, un enclave escondido entre las
montañas del levante de Mallorca. Fuimos recomendados por uno de mis mejores
clientes, eso me sirvió para que nos invitaran a las copas (que carajo) y puedo
decir que pocas veces he comido mejor.
Ey, hasta a los cerdos les gusta andar por un césped limpito. La vida
es demasiado corta como para preocuparse el 100% del tiempo del dinero. Ya lo
ahorraremos por otra parte menos… deliciosa.
Pequeña felicidad Número 99.
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