En este caso, debería cambiar el
título del blog por “grandescosasfelices”, porque lo que siento cuando veo esta
película no tiene parangón con ninguna otra obra cinematográfica que haya visto
jamás.
Una obra de arte atemporal. Un clásico
desde el tráiler y toda una amalgama de grandes citas, escenas emotivas y
melodías inolvidables. Desde el primer momento es cómo un cuento a la hora de
dormir que no quieres que acabe jamás.
La historia de Benjamin y Daisy
contada desde la más completa y mágica realidad surrealista colmaría los sueños
del último romántico del planeta Tierra.
Los personajes te obligan a repartir
cariño y apego durante todo el metraje. Te da la sensación de estar viendo la
vida que te gustaría haber vivido desde siempre, nacer viejo y disfrutar tu
juventud cuando más experiencia y sabiduría podrías contener. Después terminar
muriendo desde la más pura ternura e inocencia del cuerpo de un bebé…
La habré visto más de 100 veces,
literalmente, y la habré llorado las mismas.
Imprescindible en mis momentos
felices.
Pequeña felicidad Número 87.
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