Hay gustos para todo, hasta para los olores. |
De niño me obsesionaban los olores, podía decir quién había estado en
casa sólo con reconocer su aroma. Con el tiempo entendí que ese perfume era el
olor del suavizante para la ropa, desde ese momento, siempre que iba al súper a
comprar con mi madre abría todos los suavizantes e intentaba adivinar qué marca
compraban mis conocidos.
De mayor conservé algo de esa habilidad, ya que, por ejemplo, era capaz
de saber si mi actual pareja andaba cerca sólo abriendo un poco la nariz.
Siempre me ha encantado el olor a ropa limpia, disfruto cuando estreno
ropa nueva y me encanta cómo huelen las tiendas de moda.
Aún recuerdo cómo olía la ropa de mis abuelos, una mezcla de detergente
de lavar a mano y un poco de suavizante. Mi abuelo lo mezclaba con Ducados,
pero aún así, eso lo hacía más personal.
Pequeña felicidad Número 59.
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