Cuando vivía con mis padres, justo
en la esquina, vivía una pareja de ancianos, no recuerdo sus nombres, pero sí
recuerdo verlos siempre juntos. A veces, en pleno verano, y cuando el mundo era
un poco más tranquilo, sacaban dos sillas a la cera de la calle, y pasaban
horas y horas sentados, a veces hablaban y reían, otras simplemente permanecían
el uno al lado del otro sin mediar palabra durante horas, como si no lo
necesitaran.
Recuerdo que no podía dejar de
mirarlos desde mi balcón, me reconfortaba ver que el romanticismo, quizás no
estaba del todo enterrado.
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"Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando." Rabindranath Tagore-1861-1941 |
Un día salí a comprar el pan y no vi
sus sillas, me extraño pero no le di mayor importancia, una semana después
seguían sin aparecer, mi madre me dijo que la anciana había enfermado y que no
estaba bien. A los pocos días falleció, aunque vi alguna que otra vez al
anciano pasear, jamás volví a verlo sentado en esa cera. No mucho tiempo más
tarde, también falleció él, sin más. No estaba enfermo, simplemente murió. Para
que digan que no se puede morir de pena.
Aún hoy, cada vez que voy a ver a
mis padres, no puedo evitar mirar a esa esquina, hay mucho más de lo que
podemos ver, y hay mucho más por sentir de lo que creemos poder hacer.
Pequeña felicidad Número 56.
que historia mas bonita. me ha puesto los pelos de punta. un beso
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